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36 Años en la Presidencia del Gobierno de España



                    


Capítulo 1

En el curso del instituto del ciclo escolar, 1969 -70, las notas de final de curso no me produjeron ninguna alegría, más bien todo lo contrario, todo fueron reproches y regañinas, que mi padre se encargó de proporcionarme, debido a los cuatro o cinco asignaturas suspendidas, aun habiendo asistido a clases de apoyo con un profesor particular que, durante todo el curso me ayudaba tres días por semana. Como digo, mi padre estaba que echaba chispas conmigo, así es que aprovechando que un familiar mío, concretamente una hermana de mi madre la tía María, que tras haber estado en París trabajando durante veinte años o más, decidió volver a España a trabajar, y después de unas cortas vacaciones en el pueblo, encontró trabajo como portera, y se trasladaba a trabajar a Madrid, en el mes de agosto del año 1970 Me fui con ella a la Capital de España, de momento solo de vacaciones, y hasta que comenzase el próximo curso escolar. A sí es que cogimos el tren en Villanueva de la Serena con destino a la capital, salimos a la calle en la estación de Atocha, y fuimos andando por el Pº de las Delicias hasta llegar a la calle de Tarragona, donde la esperaban para hacerla entrega de las llaves de la portería y firmase el contrato de su nuevo trabajo como portera de la finca del número 25 de la mencionada calle, Pero una vez en Madrid, posteriormente de habituarme y salir de mi asombro, de ver tantas personas por las calles, esos edificios tan altos y tantísimos coches por las calles, se
diferenciaba mucho de la vida diaria del pueblo. Con mi tía, fui a visitar la empresa que la había contratado para hacerse cargo de una portería, en la calle de Tarragona, y para ello tuvimos que montar en el metro, yo estaba asombrado, de contemplar ese tren que, bajo tierra, circulando a tanta velocidad, y las personas iban de pie, agarradas a
unas correas que colgaban de unas barras del techo. Montamos en “Palos de Moguer” que en la actualidad se llama, “Palos de la Frontera” y nos bajamos en la estación de Moncloa, la salida a la superficie tras subir ese montón de escaleras, fue
preciosa, me quedé boquiabierto, al observar el Ministerio del Aire, el Arco del triunfo y de nuevo tantas personas que andaban en todas direcciones por la calle de la Princesa. De nuevo, medí cuenta de la gran diferencia que había con mi pueblo, la
verdad, Madrid me empezó a gustar desde el primer día. Y a la semana de mi llegada a Madrid, hablé con mi tía, y la expuse, que deseaba quedarme en Madrid, con ella, (a pesar de mi incómoda habitación, ya que esta, era el hueco de la escalera que subía a las plantas
del edificio, se entraba por el portal y estaba frente al ascensor, tras una puerta cochambrosa y desencajada, el espacio era reducidísimo, solo había una taza de váter y un poyete de cemento, con la medida justa para meter una cama de 80 x 1,90, y otra puerta que, apenas encajaba y por
la cual se accedía al patio interior del edificio, no me importaba, y el no poderme sentar en la cama, porque daba con la cabeza en el techo tampoco, pero lo único malo es que también se encontraba en ese espacio el aparato regulador, de tiempo de luz en las escaleras, y a cada vecino
que entraba o salía de noche, cuando pulsaban el interruptor para encender la luz, en mí “habitación” se ponía en marcha esa máquina infernal, comenzando con un ¡PLAS! Y seguido durante tres minutos tic tac tic tac tic tac… y así cada vez que algún vecino salía o entraba en el edificio, del que ella era la portera y dormía en el chiscón de la portería, donde no tenía espacio para una segunda cama, la suya una mesita y una pila eso era toda la vivienda) y que me
ayudase a buscar trabajo, cosa que no fue nada difícil, la única pega, fue, que debía de trabajar un poco bajo cuerda, dado que hasta el 28 de octubre
no cumplía los 14 años de edad, que era la mínima para poder trabajar, legalmente.
Una vez trabajando en una tienda de venta de calzado, (Calzados Pakar) situada en el Pº de las Delicias 34 de Madrid, y muy próxima al domicilio donde residía con mi tía. Procedí, a decirle a mi Padre mi intención de dejar el instituto definitivamente y trabajar en Madrid, tras esta información, no tardo nada en ponerse todo indignado y malhumorado por mi decisión, pero cómo él sabía, a mí no me podía obligar a estudiar si yo no quería. Sin embargo, como al fin y al cabo los padres solo quieren lo mejor para sus hijos, me convenció para que después de trabajar, me matriculase en una academia nocturna.

En esta tienda, trabaje desde el año 70 hasta el 72 aproximadamente 2 años, la tienda era para la época, unas de las mejores que había en el Paseo de las Delicias, poseía un gran espacio de entrada que formaban los escaparates, y posteriormente la puerta de entrada a la tienda, la regentaban dos hermanos D. Antonio y D. Julián, este último era el responsable de la tienda, y D. Antonio se encargaba de otra que poseían en la calle de Bravo Murillo 142, cerca de Cuatro Caminos. Recuerdo que recién entrado a trabajar, me mandaron llevar dos paquetes de cajas de zapatos a la tienda de Bravo Murillo, y aunque me explicaron bien el itinerario, así como el trasbordo que tenía que hacer en el metro, a la hora de salir a la superficie en la estación de Alvarado, lo
hice por otra boca de salida diferente, y bueno comencé a andar en busca de la tienda, al final me perdí, anduve por todo Madrid con mis dos paquetes de cajas de zapatos y al final, aparecí en la tienda de origen, tras cinco horas de caminata por las calles de
Madrid, el susto, la preocupación...


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